13 setiembre 2010

Para vos, reina (o soundtrack, parte III)

A mi las canciones no me gustan, me viven. O yo las vivo a ellas, cual rémora.

Corría el año 2008. Por alguna razón adquirí un apodo que nunca busqué: "reina". Una de mis hermanas de sangre, o de sangría, en honor a mi vocación sincera de meterme en problemas, me dedicó una canción en la que se escucha al final una voz irónica y aguardientosa decir "para vos, reina".

Viene al cuento porque desde antes del 2008 yo tarareaba esta melodía dentro de mis favoritas, pero no le había puesto aún el estigma. Debo decir que ha sido parte del soundtrack de varias de mis historias extrañas, de esas que encuentro -sin buscar, o que no me doy cuenta que las busco hasta que las encuentro- sin querer queriendo. Felizmente, en todas las historias en las que la condenada ha jugado algún tipo de papel, he salido lo suficientemente operativa como para volver a escucharla y prometerme no volver a jugar a que pertenezco al cuerpo de bomberos.

Pero cuando llega la siguiente vez, me dice cachosamente "para vos, reina". Para vos, que te gusta jugar con fuego, y que felizmente no has tenido necesidad de ir al pabellón de quemados. Entonces, me tomo un trago, prendo un cigarro, chapo cuatro claveles... y, como buena periodista, corro tras la historia. Total, siempre quedará la noche (negra, para quedarse conmigo). Y sobre todo, siempre quedará el Superba.



Disclaimer. Aquí acabó una persecución. Se disolvió una sombra. Acabo de hacer las pases con Adriana Varela, con quien tuve cinco años de pelea por esta canción. Sigo pensando que es desgarradora, pero ahora ya me puedo sentar a conversar con ella con na buena copa de vino de por medio. La nostalgia de no suceder(me), murió.


04 junio 2010

Insomnio

"No puedes dormir porque tienes sueños atrasados". La sabiduría materna es infinita e inexplicable. Yo, que adoro el efecto de mi imaginación cuando entra en complicidad con mi almohada, arropada con mis sábanas favoritas... no puedo conciliar el sueño, y mi progenitora acertó, improvisadamente.

La sabiduría materna es, también, irrefutable. Tengo sueños atrasados. También realidades. Ahora, en mis horas de insomnio, me pongo a idear estrategias para sacarlo [al insomnio] de mi vida y recuperar mi costumbre de dormir tarde y despertar tranquila.

Mientras tanto, aquí me tienen, a las 4 de la madrugada.

09 mayo 2010

Ma'

"Ya me cansé de leerte cuentos. Aprende a leer y no me jodas".
Algún día de 1985
Y nunca más volví.
Gracias ma'.

26 abril 2010

Figuritas after click

El único curso por el que hubiera tomado la universidad si no me ponían de nota mínima 19, fue Laboratorio Fotográfico. Desde la enanitud tuve un apego especial por la cámara. Es decir, por tomar fotos más que por protagonizarlas, aunque ni mi vocación ni mi mayor talento sea mirar a través de los angulares, teleobjetivos y demás, adoro jugar con las imágenes y con lo que la gente puede ver a través de ellas.

¿Qué buscamos con una foto? Nino, el chico de Amelie, coleccionaba las fotos tamaño DNI que la gente se tomaba en las estaciones de tren y que desechaba porque no querían recordarse de esa manera de aquí a la eternidad. Perpetuar. Perpetuarse. Recordar. No todos miramos las fotos con los mismos ojos, ni las miramos la primera vez igual que la última, pero me gusta repasar de vez en cuando la importancia que le damos a las imágenes que amenazan con ser eternas.

El personaje de Robin Williams en una película malísima llamada "Retrato de una obsesión" (él era un sujeto que desarrollaba fotos en un laboratorio) concluyó sabia y obviamente en que nunca tomaremos fotos de un momento triste o doloroso, pues siempre buscamos salir sonriendo en todas nuestras imágenes: la felicidad y los únicos recuerdos que queremos guardar. Supongo que es lo que intenta hacer la gente normal: tener todas las sonrisas del mundo para mostrar. La historia de el pobrecito que todos llevamos dentro queda mejor para contarla fuera de los portarretratos.

Es cierto que si sabes verlas, como dice Arturo Pérez - Reverte, una fotografía puede calatearte frene al respetable. Firme creyente de ello, procuro guardarme la mayor parte de mi calatería para saber con quien compartirlo, con quien escojo mostrarle un pedacito más del alma. Porque cuando alguien te muestra una foto y la miras a la ligera, es una falta de respeto ante la desnudez del otro, entonces, no se la muestres a quien no las respeta.

Esta canción le encanta a mi mamá. Ella ve fotos solo para recordar que vivió, por eso tiene pocas fotos suyas, pero le gusta tener fotos de la gente que quiere, para sentir que las quiere un poquito más cuando las ve. A mi las fotos me nostalgian tanto, que no las prostituyo, y las palabras para contarles lo que veo después del click, se me chorrean entre los dedos. No pude atraparlas todas, lo siento.

04 abril 2010

Quo Vadis?



Semana Santa Catalínica:

Extraño sentarme frente a la ventana.
Extraño hacer collage con papeles de colores.
Extraño sentarme frente en la puerta de casa y comer chocolates.
Extraño las despreocupaciones compartidas con los amigos.
Extraño las misas de jueves santo.
Extraño ver películas en el comedor, aun en pijama.
Extraño al viejo para ver películas.
Extraño las tareas del colegio de fin de semana largo.
Extraño la casa de Collique.
Extraño, me.

02 abril 2010

Hay golpes con la bicla, tan fuertes yo no sé

Cataplum es una de las expresiones onomatopéyicas que con más frecuencia repetí durante mi enanitud, sin explicación aparente. Cataplum y golpe con las dos manos para que suene más bonito. Golpe. "Hay golpes en la vida tan fuertes yo no sé", dijo Vallejo alguna vez y lo repetimos de paporreta cada vez que algo nos duele. Pero nunca había sido tan conciente del cataplum y de los golpes en la vida de los que según yo sé, pero en el fondo tal vez no sé nada.

Ayer, cumpliendo uno de mis propósitos añonueveros, salí a manejar bicicleta, como todas las noches desde hace una semana. Aprendo a manejar bici a los 27 años, y qué. Un señor vigilante, al ver que casí me fundo con el pavimento, me dijo hoy que no estoy en edad para esos trotes, yo le respondí preguntándole si él estaba en edad para manejar su vida sin sacarse la mierda en el intento. (A ver pues, chapa ese timón!)

Lo cierto es que mi respuesta salió desde alguna de mis tripas, pues minutos antes, lejos de los ojos del señor vigilante, me di un golpe fortísimo, de esos que tiene la vida y que uno no quiere llegar a enterarse, pero se entera. Subía por una acera de la Residencial San Felipe montando la bici, pensando en lo rápido que quiero aprender, pensando en en Meg Rian manejando sin manos, en el sombrerero loco, en que los escritorios y los cuervos no se parecen en nada y en que no debería volver a caminar de madrugada por la avenida Salaverry... cuando de pronto me di cuenta que en la perfecta línea imaginaria por la que manejaba, se cruzaba un poste... con el cual me estrellé sin atinar a manipular el freno... porque en algún nanosegundo decidí que no importaba si lo manipulaba, que igual me iba a caer, que igual me iba a doler... y entonces... cataplum!

Me choqué, me dolió (aun me duele). Saboreé cada uno de los golpes que la bicicleta me daba en distintas partes del cuerpo, y cada uno de los segundos que demoré en estrellarme y revolcarme contra el césped, al cual me aferré, disfrutando su olor a verde húmedo, recién regado, en el cual me refugié, como si no hubiese apretado el freno buscando aterrizar en él. Y me quedé ahí viendo pasar el tiempo, adolorida, pensando secretamente en que quería quedarme ahí un ratito más, regodeándome en mi dolor.

Después de semejante teatro me levanté y seguí manejando... como debe ser.

26 marzo 2010

Despídete

Para la novia y para la negra,
porque ellas entienden que
no hay que entenderlas, solo vivirlas.

Despedirse es más cotidiano de lo que parece, pero por alguna razón hay despedidas a las que le asignamos un status casi totémico. La primera a la que la elevamos a ese nivel enseña que tienen que dolerte sí o sí. Y lo cierto es que aprendes que duelen.

Ayer hablaba con la novia sobre las despedidas totémicas, recordando que a pesar de todo son mejores cuando son de un solo tajo y recordando también que cuando pasan siempre es la negra la que me dice "esto también va a pasar", y que la última vez que tuve una de esas la pioja estaba en Lima y me dijo "mejor así", mientras me ayudaba a recoger algunos pedacitos de vida que se quedaron en la plaza san martín y que las dos más dolorosas que viví estoy segura que no las superaré nunca, pero que todos los días aprendo a vivir con ellas (o con ellos que se fueron sin despedirse).

Miraba los ojitos de la novia, hinchados y compungidos, sellados con la figurita de los signos de interrogación que acompañan estas despedidas donde uno no entiende nada así lo entienda realmente. Sus ojeras eran dos bolsitas que guardaban toda la tristeza del mundo. Bolsitas que recogí con el mismo amor que meses atrás ella recogío las mías cuando colgaban de mis pestañas. En serio hubiese dado lo más que tengo para que nunca cuelguen de sus ojitos transparentes.

Recordé entonces que inauguré las despedidas totémicas en mi vida con esta canción, y que la última vez que tuve una, terminé diciendo en medio de un mar de agua salada incontenible "muchacho vete ya". Las despedidas no dejan de ser despedidas nunca, solo que uno aprende a vivir con las ausencias propias que dejan los nuevos extraños. Entonces, abracé a la novia con más fuerza y me quedé viendo como dormía bajo las estrellas, mientras yo pensaba en el sombrerero loco de Alicia en el país de las maravillas.

04 marzo 2010

Primer día de clases

No recuerdo mi primer día de clases. Dice mamá que no lloré y quien se quedó llorando fue ella, pues su unigénita correctamente uniformada con mandilito de cuadritos celestes y con dos colitas amarradas con pilimili blanco, entró por el estrecho patio diciendo "chau mami, vienes por mi más tarde, ¿ya?"

Cuenta la leyenda que cuando entré al salón de clases donde habían decenas de niños llorando desconsoladamente, me convertí en la nueva mejor amiga de la auxiliar, al acercarme a muchos de esos niñitos y niñitas diciendo "no llores, tu mamá va a volver, ¿vamos a jugar?".

Yo solo recuerdo que lloré (a escondidas, claro) el primer día de clases de Gianfranquito, allá en el 2005. No dormí por terminar de forrar sus cuadernos, como casi nunca dormía en mis primeros días de clases esperando, con los zapatos bien lustrados, que amanezca. A las 7 de la madrugada, cuando ponía la última cinta adhesiva con su nombre a su caja de colores, mi niño bajó las escaleras con su bucito verde y sus zapatillas blancas nuevitas. El mismo modelo de bucito verde que yo usara 19 años antes, mire usted.

Gianfranquito tampoco lloró el primer día de clases. Pero esta vez yo recuerdo interminables charlas de filosofía infantil de por medio para que mi ahijado cumpla dignamente el papel de empezar a caminar solo por el mundo. No calculé que derramaría lágrimas al verlo irse corriendo, arrastrando su maletita. Creció pues. No más comidas en la boca, no más mañanas de invierno jugando con el carrito grande, no más poses de bebito: crezca usted!

Entonces entendí por qué mi mamá lloró cuando me vio entrar al jardín, además de su extrema sensibilidad y su complejo de gallina: sabía que de alguna forma me había perdido. Me perdió para que me encuentre yo. Y que desde entonces me tuvo que seguir perdiendo.

El problema es que a veces me pierdo de mi, y no hay miss Charito que me ayude a encontrarme. Aunque aun hay mamá que me espere para apapacharme en medio de cualquiera de las lecciones que ahora se le ocurre darme a la vida, las cuales -hay que reconocer- no siempre puedo aprobar con las mismas maravillosas notas que en el colegio.

¿Será que los primeros días de clases ya no se anuncian con la misma anticipación y claridad que entonces? Parece que lo único que arrastro desde mis primeras incursiones ochenteras a las aulas, es la anotación al final del cuadernito: "excelente alumna, pero muy traviesa".

En ese tiempo no me bajaban mis notas por hacer travesuras, parece que ahora todo depende de ellas, y que la curiosidad -o la imprudencia- ciertamente, si no mata a la gata, al menos la deja tantito magullada.

03 marzo 2010

La bomba

"La capacidad de reacción de un hombre contra la cultura y la moral que se le ha dado, depende siempre del calibre de la bomba que él, misteriosamente, se ocupó de enterrar debajo de todo eso. Hay quienes no les estalla nunca la bomba y a quienes les estalla tarde. Eso nunca se sabe. Pero gracias a aquellas siestas con lectura clandestina, podemos hoy saber que tenemos bomba".

Francisco Umbral
Memorias de un niño de derechas

14 febrero 2010

Valiente(s)

Siempre creí que Valentín significaba valiente. Según he leído en otros diccionarios de nombres, que nunca tendrán la credibilidad que le doy al DRAE, parece que no es precisamente ese su significado. Dicen que significa robusto, saludable y otras cosas, pero para mi sigue significando valiente.

Cuenta la historia que un monje que ahora es santo, murió hace más de 1900 años porque se le ocurrió (felizmente para los interesados) desobedecer a un emperador y casar a gente a escondidas. Valentín fue entonces desobediente y valiente, pues sabía que si lo ampayaban (como sucedió), pagaría la "osadía" con su vida, como fue finalmente.El sujeto se las jugó por lo que creyó correcto, y quien se la juega por lo que cree, merece no solo respeto, sino que me saque el bombín y haga una respetuosa venia, sobre todo si no es letal para terceros (bueno, las ideas sobre el matrimonio las podemos discutir...pero ese no es el punto).

En realidad no odio tanto el día de san valentín. Lo odio tanto como solo puedo odiar la prostitución de fechas, pero eso es en general porque prostituyen (valga la redundancia) los ritos, pero me sigo sacando el bombín por quienes conservan la esencia del asunto. Por ejemplo, Virgie y Bubba, el par de tórtolos que han despertado mi vocación de magdalena fuentes al anunciarme que se casaban. Y que yo seré una de las que avale semejante aventura. Por Dios!

Firmaré feliz y mocosa el acta de matrimonio de este par, recordando el inicio de su historia con una versión distinta de una conversación en la catedral, donde las señales, el destino, el rey temporal y el rey eternal fueron las protagonistas. No tengo idea de si los wiyos durarán toda la vida (sería lo ideal, voto por ello) o no, y casi podríamos decir que tampoco me importa (en realidad sí, pero leánlo en el mejor sentido por favor). Me importa más su ahora, feliz.

Me parece increíble es que este par se agarre de la mano y decidan ser valientes a dúo, que se quieran lo suficiente como para apostar porque durará más allá de lo que los mortales pueden soportar la tentación de coger sus propias salidas de emergencia, y que tengan la intención de compartir todos los mundos posibles e imposibles de ambos. Voto por ayudarles a bloquear las salidas de emergencia y recordarles que en febrero del 2010 pensaron que debían tomarse fuertemente de la mano, llamar a los cazafantasmas para un servicio especial y rápido, amarrarse los pantalones, tomar su pastilla de valentinix forte y caminar juntos. Por mi, Amén

11 febrero 2010

Mujer al sol


Mujer al sol = charqui. Siempre me burlé de quienes viven para tostarse al ritmo antojadizo del sol veraniego. Nací en medio del esplendor del verano de 1983, tal vez por eso detesto lo detesto con tanto fervor. Ese año el Perú registró uno de los peores Fenómenos del Niño de su historia, por lo que los rayos ultravioletas y el bochorno que se sentía era, dicen los entendidos, más que insoportable.

Me gusta decir que mi madre estaba a punto de decir "o sales o te saco" mientras sufría bajo el vestido de maternidad, pues lo más probable es que sí lo haya dicho (aunque su vocación de mártir nunca la dejará confesarlo), sobre todo porque al final no salí: me sacaron. Es decir, madre tuvo que sufrir una cesárea perfecta para la línea del vikini para que yo pueda estar ahora, 27 años después, escribiendo estas paparruchadas. Pobre mi madre.

Ahora la tortura del calor ya no viene cortesía del Fenómeno del Niño, sino del calentamiento global que juega con el clima a su antojo. Yo lo sufro doblemente porque trabajo en el Centro de Lima y ahí no solo una está expuesta al sol, sino también al smog más persistente de la ciudad. En realidad a menos que esté desparramada en la playa, sin nada en qué preocuparme que no sea ponerme el suficiente bloqueador para no quedar en estado chicharronesco, nunca me verán cantando "sal solcito, caliéntame un poquito".

Siempre lo mejor del verano serán las nochecitas frescas. La sensación de juventud que trae el recuerdo de las vacaciones escolares. Los helados, cuando me derretía por ellos, y el cabello largo que nunca debí cortarme. La sensación de un futuro interminable. Las tardes de bicicleta (siempre ajenas, nunca mías). Y la idea de escuchar música soñando con desparpajo, o de esconderme bajo la cama a leer.

Los veranos, tal vez porque coinciden con mi cumpleaños (el 15 de febrero para los curiosos), me dan más que nostalgia del pasado, ganas de presente y futuro. Este verano cumplo 27 años. No me trauma mi edad, al contrario. Lo que me da miedo es no seguir creciendo.

03 febrero 2010

A quien corresponda

No, yo no quiero morirme sin ver antes una puesta de sol así, contigo.
Quienquiera que sea tigo.

15 enero 2010

2010


Se supone que para este 2010 ya pasó la crisis económica... se fue de la mano del 2009. Yo no confío en esa suposición, y por último si esa se va, siempre quedarán crisis que nos hagan la vida complicada. Ua crisis no mata a la(s) otra(s). Las crisis se superponen, como para darle a uno el trabajo de tener que establecer prioridades, y ni bien se sale de una, ponerse a pensar como solucionar a la otra sin vacaciones. Las existenciales, por ejemplo.

A algunas personas las crisis les aumentan con los años, pero yo creo que tengo las mismas crisis desde hace más o menos cinco años. Han cambiado de perspectiva, pero el leitmotiv es el mismo. O tal vez mis crisis no han ido in crescendo porque no tengo crisis por mi edad (la única edad que me causa una crisis es la de mi ahijado: ya tiene 8, terror!), ni por mi peso, ni porque se me rompan las uñas.

Whatever. El año recién comienza, pero ya hay señales que me hacen ver que se va a ir igual de rápido que los otros, o tal vez hasta más. Cuando trabajas en un diario vives adelantado un día, y estos se te escurren como agua en el colador. Y como en casi 20 días del año, la cantidad de veces que he dicho "mañana lo hago" es directamente proporcional a la cantidad de gente que ha ido a ver a Metallica, me alegro de haber modificado irresponsablemente mis tradicionales propósitos de año nuevo.

Los reduje a: leer más de dos libros al mes, manejar bicicleta, retomar el diplomado y darle vuelta a la tesis.

Así de sencillo. No es que mi ambición se haya reducido, sino que aprendí a diferenciar propósitos de deseos. Lo que depende de mi y lo que depende de alguien más. Lo que depende más de mi que del mundo, o de algunas personas en particular. Y con eso no reduzco mis crisis existenciales, pues mis deseos son más grandes que mis propósitos, sino que me evito algunas crisis innecesarias. Buena lección la del 2009.

Aunque tengo que confesar que hay dos propósitos que están pisando la línea imaginaria que los separa de convertirlos en deseos, y que no puedo hacer públicos porque, como dice mi mamá, si se dicen, no sale.