El único curso por el que hubiera tomado la universidad si no me ponían de nota mínima 19, fue Laboratorio Fotográfico. Desde la enanitud tuve un apego especial por la cámara. Es decir, por tomar fotos más que por protagonizarlas, aunque ni mi vocación ni mi mayor talento sea mirar a través de los angulares, teleobjetivos y demás, adoro jugar con las imágenes y con lo que la gente puede ver a través de ellas.
¿Qué buscamos con una foto? Nino, el chico de Amelie, coleccionaba las fotos tamaño DNI que la gente se tomaba en las estaciones de tren y que desechaba porque no querían recordarse de esa manera de aquí a la eternidad. Perpetuar. Perpetuarse. Recordar. No todos miramos las fotos con los mismos ojos, ni las miramos la primera vez igual que la última, pero me gusta repasar de vez en cuando la importancia que le damos a las imágenes que amenazan con ser eternas.
El personaje de Robin Williams en una película malísima llamada "Retrato de una obsesión" (él era un sujeto que desarrollaba fotos en un laboratorio) concluyó sabia y obviamente en que nunca tomaremos fotos de un momento triste o doloroso, pues siempre buscamos salir sonriendo en todas nuestras imágenes: la felicidad y los únicos recuerdos que queremos guardar. Supongo que es lo que intenta hacer la gente normal: tener todas las sonrisas del mundo para mostrar. La historia de el pobrecito que todos llevamos dentro queda mejor para contarla fuera de los portarretratos.
Esta canción le encanta a mi mamá. Ella ve fotos solo para recordar que vivió, por eso tiene pocas fotos suyas, pero le gusta tener fotos de la gente que quiere, para sentir que las quiere un poquito más cuando las ve. A mi las fotos me nostalgian tanto, que no las prostituyo, y las palabras para contarles lo que veo después del click, se me chorrean entre los dedos. No pude atraparlas todas, lo siento.
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