21 junio 2009

Vos sabés


No, no. No es que sea día para escuchar a Los Cadillacs. Sólo que seis años después de la muerte de papá y siete años después de la muerte de mi padrino, recién caigo en cuenta que a los dos hombres más importantes de mi vida nunca les regalé nada decente por el día del padre, ni ninguna otra fecha similar.

Ojo, digo que no les regalé nada decente, que no es lo mismo que decir que no les regalé nada.

Entonces me puse a pensar que les hubiese podido regalar este año.

Hice un recorrido de las travesuras que mi padre me permitió benignamente realizar durante mis primeros años de infancia, y aquellas cosas que compartíamos en silencio. Un silencio cómplice, que casi siempre encerraban un tácito "que no se entere tu mamá". Eran cosas sencillas: ver televisión, comer morcilla, tomar café, jugar cartas, llenar el crucigrama, leer el periódico. ¿Por qué no debía enterarse mi mamá? Esas son historias más divertidas que me las reservo porque me da la gana de hacerme la misteriosa y de reirme sola, para que piensen que estoy loca o que "quien solo se ríe, de sus maldades se acuerda".

Papá, debería regalarte este año una biblioteca. Nunca entenderé como te habías leído casi todos los libros existentes sobre la faz de la tierra y nunca tuvimos una biblioteca en casa. No importa, a los padres hay que quererlos, no necesariamente hay que entenderlos (sí, me robo la frase de otro refrán).

Pero en algún momento de la semana cambié de idea. Te regalaría un par de dvd's de películas de Bruce Lee, esas que tanto nos gustaban. Y te armaría una colección de a poquitos. Mientras, te traería un libro cada cierto tiempo, con la misma frecuencia con la que le traigo alguna monería a madrecita. Vos sabés, que si me dabas un tiempo para tener en la billetera un par de reales más, lo hubiese hecho, y hubiese salido de las pantuflas y pijamas. Pero no es mi culpa que siempre hayas estado apurado.

Mientras tanto, también pensaba en mi padrino. Sobre todo porque ayer en casa de Analía, encontré en su mesa de centro un recuerdo que se había perdido en los laberintos de mi antes impecable e inexcusable memoria. Encontré pepitas de eucalipto. Esas que recogía en mis caminatas cajamarquinas mientras escuchaba esa voz fuerte, de militar en retiro que decía "mirate patita loca, las cosas como son" (deberíamos cobrarle a Sprite por esa frase no?). Ahora yo le digo a MI ahijado "mira kimosabi, las cosas como son" (sólo que él piensa que me copié esa frase de la tv...niños!)

Con las ollitas de barro adornando mi escritorio, sonrío pensando en lo churro que te verías aún ahora, y lo bien que te hubiese caído una boina, ploma, a cuadritos. Apuesto que a nadie se le habría ocurrido. Vos sabés, te hubiera llevado el regalo con la misma prontitud con la que acudiste a mi auxilio en mi fiesta de promoción. Pero que culpa tengo yo que los hombres de mi vida sean tan apurados!

Igual, me los imagino caminando, a uno con su periódico favorito (recortarías mis artículos con el mismo afán con el que recortabas las columnas del mirador y las frases célebres?) bajo el brazo y al otro (mira que por hacerte caso duermo 6 horas y sueño 24!) con su abrigo, su chalina y la boina que le debería regalar.

No siempre el hubiera es el tiempo cojudo del verbo haber. A veces es una bonita forma de acomodar la nostalgia al día a día.

1 comentario:

Jomra dijo...

Salud

Poco se puede comentar en este espacio, casi y me siento mal manchando la hoja con letras que no son suyas. Digo casi.

Simplemente me ha encantado el escrito, y el final del mismo de forma especial.

Hasta luego ;)