"Ten cuidado con lo que deseas, que se puede hacer realidad". Hay deseos y deseos. Hay un mandamiento que dice "no desearás a la mujer de tu prójimo", pero ya sabemos que los deseos se disparan a lo que es del prójimo o a lo que aun no es del prójimo pero tampoco es propio, o a lo que no es ni será del prójimo pero tampoco es nuestro.
Pero, ¿qué pasa cuando alcanzamos nuestro objeto de deseo (sea carnal o algo más 'espiritual'/material/todas las anteriores y más)? Pues, en teoría, lo disfrutamos tantito... y tantito también salta otro deseo a nuestra cabeza.
Dice la sabia Wikipedia que "El deseo es la consecuencia final de la emoción inducida en origen por la variación del medio. La cadena causa-efecto que le corresponde es la siguiente: Emoción -> Sentimiento -> Deseo." o en buen cristiano wikipediano, el deseo es "el anhelo de saciar un gusto". Déjese usted llevar por el espíritu, arrastrar por el anhelo de saciar sus gustos, o préndale velitas al santo de su preferencia (o al que mejor le hayan marketeado).
Es difícil satisfacer algunos deseos tipo la paz mundial. No sólo porque Dios (que es a quien suelen pedírselo) nunca participará en un concurso de belleza, sino porque creo que no se puede desear más de (o más que) lo que se está dispuesto a trabajar por conseguir(lo).
Por ejemplo, todos los cumpleaños en los que pude (o tuve que, que no es lo mismo) apagar velitas me pasé la vida pidiendo como bendito deseo, una bendita bicicleta. Y no lo decía, porque "si lo dices, no se cumple". O tal vez debo haberlo dicho en algun momento y no lo recuerdo, porque a mis 26 años y luego de tantas velitas apagadas -tantas que hace 4 años conquisté mi derecho de ya no apagar ninguna- por fin tendré mi bicicleta: me la compraré yo, en diciembre.
O sea, no me malinterpreten. Puedo desear la paz mundial, pero además de mis buena vibra para el mundo, eso se centrará más en lo que haga por conseguir una relativa paz mi siempre caótico microcosmos, dado que la guerra en Irak, la del Vrae, o la eterna lucha razón-sentimiento no la he de solucionar yo. Por ahora, mi contribución a la paz mundial será una superficial bicicleta, que no solo cumplirá uno de mis más preciados deseos, sino que cumplirá un pequeño sueño que le prometí hacer realidad a mi sobrino: salir a manejar bicicleta los dos juntos (esa es mi contribución a la paz en su pequeño y a veces solitario mundo infantil)
Soundtrack
El inefable Pedro Guerra, sobre deseos que nos vuelven locos por nada...
y el genial Stevie Wonder, sobre el deseo de retroceder el tiempo, o un tiempo, que no es lo mismo
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