El caso es que todo este rollo se me viene a la cabeza por mi último viaje: viajé solo con lo justo y necesario en la maleta, hasta sin necesidad de meter equipaje en la bodega. La bolsita con las piedras pesadas venía en el equipaje de mano y su destino era quedarse allá, en las tierras de mis añoranzas cajamarquinas.
Pero cuando regresé, estuve a punto de pagar US$23 por sobrepeso, cortesía de mis tíos y sus recuerdos a la familia. Gracias a Dios y a la benevolencia de la señorita trabajadora de Lan, no pagué dicha suma, solo tuve que viajar cual ekeko, cargando además de mi bolso de viaje, una retahila de bolsas y mi maletín-el cual por alguna razón pesaba mucho más de lo que pesó dos días antes, cuando recién llegaba-. Mi bolsita de piedras, por su lado, fue terca y me siguió. Y por alguna razón extraña trajo una carga solo comparable con la cantidad de desmonte que dejan los obreros de construcción civil a su paso en una manifestación.Ya dejé todos los encargos en casa de mi madre, pero aun no termino de deshacer la maleta, y apenas he chequeado porque construcción civil cargó mi bolsita de piedras, aunque no seamos tarugos, cada quien sabe cuando falsea el contenido de su bolsa (por eso no te creo Francis Allison!) Apuesto a terminar de vaciar las bolsas antes del próximo viaje... me lo prometo. Y, vamos, me lo merezco.