06 enero 2011

2011

Desborde popular y crisis del Estado. Esa frasecilla, título de un libro que habla sobre Lima, las migraciones y las reconfiguraciones sociales, es también perfecta para definir cada año nuevo. A quien no le agarre la crisis de las fiestas de fin de año, que tire la primera piedra. Quien no se haya sentido tentado a desbordarse en propósitos para el año que viene, también. Y quien en su balance, 12 meses después, caiga en la cuenta de que no cumplió ni la mitad de lo que prometió...también.

Cumplir todos los propósitos de año nuevo es casi imposible gracias a nuestra infinita capacidad de contarnos cuentos. A pesar de mantener intacta dicha capacidad [soy periodista, recuerde usté], cumplí casi a cabalidad los propósitos planteados para el 2010. Si usté no me cree, no lo culpo: yo tampoco. Pero tengo pruebas de que todo sucedió, así que no me queda más remedio que aceptarlo.

Entonces, que vengan los tigres con sus garras; aquí mis propósitos 2011. Ser puntual o llegar menos tarde, hacer la tesis, tomar desayuno todos los días, leer dos libros al mes y retomar [sin interrupciones] mis clases.

Después de los desequilibrios del 2010, propios de una suicida [ahora en rehabilitación] mi propósito final para este año es dejar de torturar a mis hermanos con crisis poco o nada necesarias. Por ello, y apelando a la sabiduría Gray's Anatomy, pretendo tener alguna conversa convincente y consistente con ellos:
- MAV: "Mi corazón vive en mi bisturí"
- MAC: "¿Crees que sonreiría por un café?"

Agárrate, Catalina.

Déficit petitorio


Le dije a Gianfranco que no existe Santa Claus. A diferencia de la tal Virginia que mandaba cartas a jefes editoriales preguntando por la existencia del viejo pascuero, yo se lo dije a Gianfranco de frente, face to face, hace tres años, casi.

Contrariamente a lo que muchos pueden pensar, esta sobrecogedora noticia no ha disminuído en lo más mínimo su ilusión por la Navidad, y tampoco ha tenido una incidencia negativa directamente proporcional a su lista de pedidos para la época, para desilusión del sector más amarrete de la familia.

Gianfranco se parece mucho a mí -pobre él- excepto en Navidad. De pequeña, no recuerdo haberle hinchado las pelotas a mis padres por algún regalo en especial: en líneas generales, mis pedidos siempre han sido austeros, pues siempre he pensado que si lo quiero, ya encontraré la forma de conseguirlo.

Por eso, y aprovechando el superávit que debe tener mi cuenta de pedidos universales por todo lo que no he pedido en 27 años de consumo de oxígeno en el planeta, lo único que pido en esta Bajada de Reyes [cuando aún se pueden hacer pedidos, dicen] es que me envíen el dispositivo que me ayude a ver eso que todo el mundo dice que ve y yo no. Si es que realmente existe, claro.

Aquí les espero, pero les agradeceré que no demoren mucho: estoy a punto de cumplir 28. Eso sí: el envío, por favor, por correo express certificado.