Empecé el 2009 diciendo "Esta es la vida que me merezco", solo que olvidé definir que quería decir con "esta es", más allá de un rico día de sol en el verano de una playa del sur de Lima. O sea, el verano no dura todo el año y para mi que no lo quiero tanto, menos.
Mi propósito 2009 fue extremadamente cómodo. Dije: "Sólo prometo seguir equivocándome en el afán de hacer mejor las cosas, y seguir aprendiendo de ello para que mi próximo balance de fin de año sea bueno, y así tener excusa para celebrar con la gente que quiero sin cargo de conciencia"
Y lo cumplí. Me equivoqué, me equivoqué y me volví a equivocar todo lo que pude. Mi terquedad y mi piconería salieron a relucir de manera espectacular. Me gradué de Cata, la constructora...de castillos en el aire, y limpié mi espejo hablador con barro, por lo que la voz del otro lado del espejo la escuché muchísimas veces distorsionada. Y comprobé que prometer a fin de año equivocarte mil veces no es compatible con decir a principio de año "esta es la vida que me merezco".
Fue como cualquier otro año porque derramé todas las lágrimas sonrisas que pude.Y las que no, tambíen. Como todos los años. Y como siempre, se sintió como si fuera la primera y última vez que riera, llorara o viajara en cualquiera de los extremos o medios de las emociones humanas. Y el 2009 fue, como todos, el último año que... n cosas, también fue el primer año que... n+1 otras.
Adoro estos rituales de año nuevo, el mirar al cielo a las 12 de la noche y caminar como si no fuera necesario ver por donde pisas. Salir de lo cuadriculado de la dorada cotidianidad para pensar que lo que se te va a ti, también se le va a todo el mundo.
Lo único bueno de estos ritos comunes a la humanidad es que nos renueva una oportunidad de hacer diferentes las cosas en días que sabemos que pueden verse exactamente igual que los del año anterior, pero que más... tienes la oportunidad de mirarlos de otra forma, porque ya no eres la misma persona de hace 365 (No, no leo libros de autoayuda, solo me revisaba hace 365 días y no me imaginaba, ni remotamente, escribir desde donde estoy sentada ahora).
Adoré este 2009.
Por las personas que conocí.
Por los abrazos que recibí y que pude dar.
Porque me enamoré aunque sea solo para acordarme como era.
Por la magia que aprendí a reconocer.
Porque encontré la brújula que no necesitaba.
Por las lágrimas que derramé.
Porque encontré novísimas razones para sonreir.
Por los libros que leí.
Por los conciertos en los que mi garganta, mi corazón, mi cerebro, y algunos muchos otros órganos quedaron comprometidos.
Por las personas cuyo nombre real lo mantienen en reserva solo para algunos pocos privilegiados, pero son igual de reales en el universo paralelo.
Porque vi casi todas las obras de teatro que me dio la gana.
Porque caminé hasta destrozar mis converse.
Porque recordé las razones por las que soy periodista, y encontré otras tantas.
Porque recordé las razones por las cuales ser mujer es, aun, un desafío, y soy absolutamente feliz por ello.
Porque terminé de cerrar el contrato con una parte de mi adolescencia.
Porque aprendí otra forma de querer.
Porque me vi al espejo, en serio.
Por los amigos que encontré, por los que conservé y por los que volvieron.
Porque me dio la gana de vivirlo como lo viví y me hago absolutamente responsable de ello.
Porque acabó el año y siento que no pasó de largo.
Una canción, un libro, un viaje, un artículo, una película. Solo porque si.
LA canción
EL documental
LA pelicula
LA obra
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