Salgo a la calle sola, a hablar con sus veredas y pistas, con sus paredes, sus escaparates, sus balcones y ventanas.
El maniquí de la tienda me grita consignas a favor de los derechos laborales, mientras los ojos de la señora de la esquina me hablan de la tristeza de quien no tiene fuerzas para luchar por un sueño, pues sus sueños se apagaron sabe Dios cuando.
Me hablan las pistas horadadas y las veredas que acogen mis pasos amablemente.
Me habla el muchacho que hace música para nadie...y como yo soy nadie, hoy la música es mía.