26 abril 2010

Figuritas after click

El único curso por el que hubiera tomado la universidad si no me ponían de nota mínima 19, fue Laboratorio Fotográfico. Desde la enanitud tuve un apego especial por la cámara. Es decir, por tomar fotos más que por protagonizarlas, aunque ni mi vocación ni mi mayor talento sea mirar a través de los angulares, teleobjetivos y demás, adoro jugar con las imágenes y con lo que la gente puede ver a través de ellas.

¿Qué buscamos con una foto? Nino, el chico de Amelie, coleccionaba las fotos tamaño DNI que la gente se tomaba en las estaciones de tren y que desechaba porque no querían recordarse de esa manera de aquí a la eternidad. Perpetuar. Perpetuarse. Recordar. No todos miramos las fotos con los mismos ojos, ni las miramos la primera vez igual que la última, pero me gusta repasar de vez en cuando la importancia que le damos a las imágenes que amenazan con ser eternas.

El personaje de Robin Williams en una película malísima llamada "Retrato de una obsesión" (él era un sujeto que desarrollaba fotos en un laboratorio) concluyó sabia y obviamente en que nunca tomaremos fotos de un momento triste o doloroso, pues siempre buscamos salir sonriendo en todas nuestras imágenes: la felicidad y los únicos recuerdos que queremos guardar. Supongo que es lo que intenta hacer la gente normal: tener todas las sonrisas del mundo para mostrar. La historia de el pobrecito que todos llevamos dentro queda mejor para contarla fuera de los portarretratos.

Es cierto que si sabes verlas, como dice Arturo Pérez - Reverte, una fotografía puede calatearte frene al respetable. Firme creyente de ello, procuro guardarme la mayor parte de mi calatería para saber con quien compartirlo, con quien escojo mostrarle un pedacito más del alma. Porque cuando alguien te muestra una foto y la miras a la ligera, es una falta de respeto ante la desnudez del otro, entonces, no se la muestres a quien no las respeta.

Esta canción le encanta a mi mamá. Ella ve fotos solo para recordar que vivió, por eso tiene pocas fotos suyas, pero le gusta tener fotos de la gente que quiere, para sentir que las quiere un poquito más cuando las ve. A mi las fotos me nostalgian tanto, que no las prostituyo, y las palabras para contarles lo que veo después del click, se me chorrean entre los dedos. No pude atraparlas todas, lo siento.

04 abril 2010

Quo Vadis?



Semana Santa Catalínica:

Extraño sentarme frente a la ventana.
Extraño hacer collage con papeles de colores.
Extraño sentarme frente en la puerta de casa y comer chocolates.
Extraño las despreocupaciones compartidas con los amigos.
Extraño las misas de jueves santo.
Extraño ver películas en el comedor, aun en pijama.
Extraño al viejo para ver películas.
Extraño las tareas del colegio de fin de semana largo.
Extraño la casa de Collique.
Extraño, me.

02 abril 2010

Hay golpes con la bicla, tan fuertes yo no sé

Cataplum es una de las expresiones onomatopéyicas que con más frecuencia repetí durante mi enanitud, sin explicación aparente. Cataplum y golpe con las dos manos para que suene más bonito. Golpe. "Hay golpes en la vida tan fuertes yo no sé", dijo Vallejo alguna vez y lo repetimos de paporreta cada vez que algo nos duele. Pero nunca había sido tan conciente del cataplum y de los golpes en la vida de los que según yo sé, pero en el fondo tal vez no sé nada.

Ayer, cumpliendo uno de mis propósitos añonueveros, salí a manejar bicicleta, como todas las noches desde hace una semana. Aprendo a manejar bici a los 27 años, y qué. Un señor vigilante, al ver que casí me fundo con el pavimento, me dijo hoy que no estoy en edad para esos trotes, yo le respondí preguntándole si él estaba en edad para manejar su vida sin sacarse la mierda en el intento. (A ver pues, chapa ese timón!)

Lo cierto es que mi respuesta salió desde alguna de mis tripas, pues minutos antes, lejos de los ojos del señor vigilante, me di un golpe fortísimo, de esos que tiene la vida y que uno no quiere llegar a enterarse, pero se entera. Subía por una acera de la Residencial San Felipe montando la bici, pensando en lo rápido que quiero aprender, pensando en en Meg Rian manejando sin manos, en el sombrerero loco, en que los escritorios y los cuervos no se parecen en nada y en que no debería volver a caminar de madrugada por la avenida Salaverry... cuando de pronto me di cuenta que en la perfecta línea imaginaria por la que manejaba, se cruzaba un poste... con el cual me estrellé sin atinar a manipular el freno... porque en algún nanosegundo decidí que no importaba si lo manipulaba, que igual me iba a caer, que igual me iba a doler... y entonces... cataplum!

Me choqué, me dolió (aun me duele). Saboreé cada uno de los golpes que la bicicleta me daba en distintas partes del cuerpo, y cada uno de los segundos que demoré en estrellarme y revolcarme contra el césped, al cual me aferré, disfrutando su olor a verde húmedo, recién regado, en el cual me refugié, como si no hubiese apretado el freno buscando aterrizar en él. Y me quedé ahí viendo pasar el tiempo, adolorida, pensando secretamente en que quería quedarme ahí un ratito más, regodeándome en mi dolor.

Después de semejante teatro me levanté y seguí manejando... como debe ser.